Empecé a sentir desinterés de su parte, al punto de perder hasta nuestra intimidad…
Lo cual me hizo pensar que quizás yo ya no le gustaba o que ya no me quería.
Por supuesto, para proteger mi corazón empecé a pensar, que quizás era hora de terminar la relación.
Mientras más nos distanciábamos más mi mente me decía debes dejarlo. Pero algo me frenaba.
La verdad es que nunca había conocido a alguien con quien me llevara tan bien y tengo que admitir que me sentía bien a su lado a pesar de los problemas. Porque la verdad, es que siempre fuimos muy buenos amigos.
Pero no entendía que estaba pasando y en mi desesperación empezaba discusiones con él…
Esas discusiones casi siempre eran porque no me prestaba atención, no me demostraba cariño, y ya ni siquiera me tocaba. A veces, él reaccionaba a mis exigencias y otras veces solo se alejaba fastidiado del drama.
Para mí, su conducta era inaguantable y muy extraña.
Así que un día le dije: "Tenemos que hablar". Él hizo una pausa, me miró y muy enojado me dijo: "Yo no tengo nada de que hablar... ¡No entiendo cuál es tu problema! ¿Por qué las mujeres tienen que complicarlo todo?..." Y se fue enojado…
Me quedé fría en el sitio, sin entender absolutamente nada. Y mi reacción inmediata fue pensar: "ya no le voy a hablar" y opté por alejarme también.
Por supuesto, la distancia entre los dos se hizo enorme. Hasta que un día me empecé a fijar en otros hombres. El conflicto en mi interior se hizo imposible de manejar.
Una parte de mí anhelaba el contacto, la cercanía, el romance pero la otra quería estar con él… y esto no me dejaba dormir… Hasta que un día frente al espejo me dije a mi misma: "Mi misma tienes dos opciones terminar la relación y buscar otra pareja o entender qué diablos está pasando en esta relación y resolverlo YA…"
Para mí era importante entender que significaba todo esto.
No te voy a mentir, lo fácil era irme, pero yo no me quería ir. Yo sentía que él me amaba, pero no estaba presente, y por alguna razón no lográbamos conectar.
Así que decidí sacar mis lentes de investigadora, pero esta vez para aprender sobre los hombres.
Entrevisté a hombres, leí libros, fui a seminarios, hablé con hombres terapeutas... tomé notas, hice experimentos...
Después de un tiempo, cuando sentí que ya tenía mucho material, organicé toda la información y me di cuenta de algo que hizo que me cayera de la silla (literalmente)...